¿Has escuchado alguna vez la frase “uno recibe lo que da”? Pues el marketing de contenidos tiene que ver un poco con ello. Si volvemos la vista atrás, la publicidad se había centrado en llamar la atención: ¡eh, mírame! ¡Estoy aquí y soy el mejor!
La aparición de las nuevas tecnologías transformó la forma de comunicar. Las marcas y su público se acercaron, y empezaron a comunicarse en terrenos nuevos como emails, webs, redes sociales… Las empresas pasaron a entremezclarse con las plataformas sociales.
¡Hola señor spam!
Con este cambio, apareció un personaje detestable y molesto llamado spam. Siempre que entrábamos en el recién nacido Internet, nos asaltaba y se nos aparecía de formas distintas: correos electrónicos, banners, SMS masivos…
Y así es como nació la carpeta de spam… ¿qué haríamos sin ella? Tener que tragarnos constantemente correos electrónicos innecesarios que solo buscan vender, vender y vender…
Las marcas se empezaron a preguntar:
¿Qué debo hacer para no caer en la carpeta de spam? ¿Cómo puedo hacer que la gente haga clic en mi banner? ¿Por qué no entra nadie en mi post en redes sociales?
No tardaron en responder a esta pregunta: porque a nadie le gusta que le vendan cosas.
¿Qué debían hacer las marcas para recibir visitas? ¡Ofrecer contenidos útiles!
4 ejemplos:
- Una famosa marca de embutidos empezó a ofrecer en su web y canales de comunicación social recetas de bocadillos.
- Una marca de bolígrafos muy, muy conocida grabó a ilustradores usando su producto e hizo pequeños vídeos espectaculares.
- Una marca de burbon hizo una miniserie documental sobre el proceso de fabricación de su licor.
- Una importante firma del sector de la cerámica desarrolló una herramienta dentro de su web para que los usuarios y visitantes pudieran diseñar su pavimento o revestimiento ideal.
¡La cuestión es contar cosas chulas!
Al fin y al cabo, lo único que empezaron a hacer las marcas es a comunicar su producto de una forma distinta, en clave utilidad. Ofrecían información y/o entretenimiento que aportaban valor a la vida del consumidor.
Un buen plan de marketing de contenidos suele ser participativo, involucra al cliente, lo hace partícipe de tu producto. No te vendo un queso rallado, te ofrezco la oportunidad de hacer una riquísima lasaña en familia. No te pretendo encasquetarte unas zapatillas deportivas, te ayudo a perder peso y a aprender a salir a correr cuando vuelves del trabajo. Se entiende la idea, ¿verdad?
No importa que no tengas presupuesto para rodar una miniserie o para desarrollar una app… aunque sea con una imagen en Instagram, lo importante es que ofrezcas entretenimiento y con él trabajes la imagen de tu marca y producto.
Al fin y al cabo, se trata de dar valor al mundo, para recibir valor y clientes interesados en tu producto.